Los enormes bigotes que solían usar los germanos en la Edad Media llamaron la atención de los habitantes de la Península Ibérica, no menos que los juramentos y las imprecaciones que proferían aquellos bárbaros.
Con inusitada frecuencia, los germanos exclamaban bi Got! ‘¡por Dios!’. Más que un juramento, era una mera interjección. Sin entender lo que aquella palabra significaba, los españoles empezaron a llamar bigot a los hombres bigotudos hasta que, con el tiempo, la palabra ya castellanizada como bigote sirvió para denominar el propio apéndice piloso.
Muchos creen que bigote llegó al español bajo el Imperio de Carlos I (Carlos V de Alemania) con el fuerte contingente germánico que entró por entonces a la Península. Sin embargo, Carlos I gobernó el Imperio a comienzos del siglo XVI, y la palabra bigote aparecía ya en el Diccionario latino-castellano, de Nebrija, publicado en 1495.
Por otra parte, aunque la etimología parece suficientemente comprobada, no es seguro que hayan sido los germanos quienes llevaron la palabra a la Península. En efecto, allá por el siglo XII, en Francia se llamaba bigot a los normandos, y en esa época, al otro lado del canal de la Mancha, los ingleses pronunciaban bi God ‘por Dios’. Sobre esta base, se plantea la duda acerca de si la palabra fue traída al español por los germanos o por los franceses.
En un trabajo de 1968, el académico Rafael Lapesa afirmaba que bigote debía su origen al bi Got proferido por unos guardias suizos que participaron en la Reconquista de Granada y que habían llegado a España en 1483, una fecha perfectamente compatible con el registro de Nebrija arriba mencionado.